Detroit, Michigan. En los iluminados pasillos multicolor del Cobo Center y las oscuras calles del centro de Detroit y sus suburbios, se percibe un estado de ánimo similar. Hay incertidumbre, mucha más que de costumbre, pero como desde hace varios años, la esperanza sigue viva en las voces de quienes recorren sus calles nevadas.
Desde los escenarios del North American International Auto Show habla un prominente ejecutivo alemán vestido de Hugo Boss "made to measure", mientras mira las pantallas del prompter con nerviosismo desde sus gafas ic! Berlin cuando presenta un nuevo modelo de SUV y repite con insistencia que este mercado es: “uno de los más valiosos e importantes para nosotros”, “un país con el que estamos muy comprometidos”, “con el que queremos trabajar como siempre”... palabras más palabras menos es el mismo discurso en todas las presentaciones sobre las que pende una sombra, la del mandatario electo Donald Trump que no ha sido mesurado en sus amenazas contra la industria automotriz que lleva sus puestos de trabajo fuera de territorio estadounidense.
Por la noche, al final de la jornada cambia sólo la pomposidad del formato; hay más emoción en el discurso, menos intención contenida. El joven negro inmigrante de Jamaica que llega al cambio de turno en Trumbull & Porter, el hotel hipster en construcción a unas cuadras del Cobo Center, coincide en sus frases con la jovencita hija de inmigrantes mexicanos a la que remplaza: “es que no sabemos qué va a pasar”, “no entiendo por qué insiste.. nosotros sólo queremos trabajar como lo hacemos desde hace años”, “aquí vamos a estar, cumpliendo con nuestra labor”… la sombra sigue aquí, se llama igual y causa el mismo desasosiego.
Un salón sin mucho brillo
No es un hecho reciente. La industria automotriz dejó atrás esos espectáculos masivos de hace más de una década, en los que brillaban bajo los flashes de las cámaras los autos conceptos y sus diseñadores junto a los famosos del momento, en condiciones de tú a tú en el "star system" de la capital del automóvil.
Este año los famosos no están en los atestados pasillos, ni en las fastuosas cenas… tal vez porque los pasillos no están atestados y no hay más cenas fastuosas. Ni tampoco pabellones impresionantes con efectos especiales y proporciones babilónicas.
Ahí están los autos, distribuidos de la manera más funcional y estética posible, sin adornos. Sólo Mercedes-Benz recurre a la presentación de una banda que a ritmo de jazz da la bienvenida a las estrellas del pabellón: el nuevo Clase E Coupé y el Mercedes-AMG GT C Edición 50 con el que la marca alemana celebra el medio siglo de vida del preparador deportivo de casa, así como la actualización de su SUV pequeña GLA. Audi presenta dos modelos con América en la mira: el SQ5 y el concepto del que será el SUV insignia de la marca, el Q8. Por su parte, BMW trae al Cobo su Serie 5 que ya tiene las dimensiones de un transatlántico con todo el lujo de un palacio qatarí.
Volkswagen hace un acto de contrición (otro) y se muestra resuelta en reconquistar al público estadounidense con sus apuestas: el I.D. Buzz Concept, que vuelve a plantear el renacimiento de la icónica Combi o Microbus como se le conoce en EU y una SUV casi gigante que no lo era, la nueva Tiguan Allspace que creció más de 20 centímetros para dar gusto a los compradores del norte que todo lo quieren grande. Y que por cierto, les llegará también desde México, aunque eso no hay que decirlo en voz demasiado alta por estos rumbos.
Las palmas, los reflectores y la expectativa se concentra en el otro extremo del Cobo Center. KIA, la marca coreana que ha formado un dream team alemán de diseño e ingeniería, presenta un sedán deportivo con el que se planta en la puerta de un club al que hasta hace no mucho sólo pertenecían apellidos europeos. El KIA Stinger GT acapara los flashes con sus proporciones y su sólida apariencia; por el pabellón desfilan el legendario Bob Lutz y Stephan Winkelmann, director de Audi Sport, entre muchos otros ingenieros que observan con detenimiento el resultado del trabajo entre Peter Schreyer, exdiseñador de Audi que hoy está al frente en KIA, y Albert Biermann, exingeniero de BMW responsable de los nuevos desarrollos de la compañía coreana que pisa fuerte sobre terrenos hasta ahora inexplorados.
Nissan tiene en su pabellón al Vmotion Concept 2.0, un vehículo precioso que permite adelantar líneas interesantes para los próximos sedanes de la compañía; en su división de lujo, Infiniti muestra el QX50 Concept, una SUV mediano que se fabricará en México en Aguascalientes, casi idéntico al auto de exhibición.
Toyota llama la atención de muchos con la nueva generación del superventas Camry, que estrena plataforma y que llegará en el verano a los distribuidores en Estados Unidos, se nota la intención de la marca en intentar rejuvenecerlo pero sin perder a su sólida pero conservadora base de clientes, en gustos se rompen géneros pero lo cierto es que dejó atrás la excesiva sobriedad que le caracterizaba.
Honda presenta una nueva generación de la minivan Odyssey que seguramente se convertirá, en la reina del segmento, y deja un poco de lado a su pickup Ridgeline, la camioneta del año en Estados Unidos, según un jurado especializado que la declaró vencedora sobre el vehículo de mayor venta en Estados Unidos, la Ford F-150.
A propósito ¿y las de casa?
Casi parece que no se quieren mover, para que así no se note mucho que ahí están y cuando se mueven lo hacen despacito, despacito para no resbalarse, o casi. No es que no tengan que mostrar: General Motors se hizo con el reconocimiento del Car Of The Year con el Bolt y presentó una nueva generación de su crossover Chevrolet Traverse y su prima pequeña, la Terrain de GMC que será fabricada en San Luis Potosí. Como quien no quiere la cosa, la empresa dice que continúan sus planes de inversión y producción en México, pese a las amenazas de Trump de cargarle la mano en impuestos a los autos fabricados al sur del Río Bravo. No hay anuncios rimbombantes, ni sonoras ruedas de prensa. La declaración ahí está: seguimos en México conforme a lo planeado.
En Fiat Chrysler Alfa Romeo, todavía no terminaban de festejar el triunfo de la Pacifica como Utility Of The Year cuando el CEO Sergio Marchionne dice, (¿o no?) que SI se concreta la amenaza del aumento de impuestos, FCA podría cerrar fábricas en México. Así lo reporta la prensa en Detroit. Después sus equipos de comunicación dicen que no fue así, que no lo dijo, o sí lo dijo, pero no es lo que quería decir, o tal vez sí, pero nadie le entendió… una de esas minitormentas de RRPP que rápidamente desmienten ejecutivos de la firma en México a varios medios de comunicación: FCA no está planeando cerrar fábricas en México, ni cambiar sus planes de producción próximamente.
O sea, que mejor calladitos se ven más bonitos y tal vez no les toque aparecer pronto en los tweets lanzados desde Trump Tower. Eso sí, en su pabellón está el concepto Portal de una minivan futurista que ni lo parece tanto porque a estas alturas, podría producirse mañana. Eso sí, la marca deja con hambre a sus seguidores: el Dodge Challenger SRT Demon, una versión con más cojon… perdón, agallas que el Hellcat, se verá hasta dentro de un par de meses en Nueva York.
¿Ford? Después de su traspié con el anuncio del retiro de su inversión en San Luis Potosí, México, la firma se limita a decir que el cambio de planes no tiene nada que ver con las amenazas de Trump, que es sólo una respuesta a las condiciones del mercado. Que las preferencias de los consumidores han cambiado.
Presenta una discreta actualización del vehículo más vendido del mundo, el F-150 , al tiempo que anuncian el regreso de la Ranger y Bronco, que apuestan a la conducción autónoma, y que eso lo van a hacer en Michigan o en otras latitudes de Estados Unidos, porque ese es el futuro de la transportación en Estados Unidos y de ahí al mundo… y los ejecutivos de más alto rango de la emblemática empresa aburren hasta el borde del desmayo a miles de periodistas en la Arena Joe Louis, otrora escenario de algunas de las presentaciones de automóviles más rutilantes del NAIAS. Ahora solo hay tres hombres de más de 50 años en sus sillas, que no tienen ruedas, hablando de lo que NO conducirán los millenials. Si esto es el futuro, que ya se acabe, por favor.
Detroit y la esperanza
Pese a todo, la incertidumbre no mata la esperanza; si acaso la pospone. La sonrisa no se pierde, si acaso se guarda para mejores días. Lo sabe bien el conductor del Toyota Prius que acude a nuestro llamado de Uber. En Detroit comienza a nevar, y el chofer pregunta si somos músicos. No, respondemos que sólo nos gusta escuchar música, pero que ahora parece no haber muchos sitios para pasarla bien en Detroit. El dice que los hay pero es necesario saber encontrarlos, sitios donde tocan músicos como él y otros más jóvenes que mantienen viva la tradición de Motown. Se llama, y lo confirma Uber, Alonzo Haralson, sexagenario trompetista que cuenta que alguna vez tocó con The Temptations y The Supremes, y que ahora conduce un Prius en las calles de Detroit con una buena banda sonora en su radio.
Afuera la calle comienza a cubrirse de blanco y la oscuridad se torna luminosa. La esperanza, parecen decir las calles de Detroit, siempre es un paisaje más amplio que la incertidumbre.