Pocos son los autos que pueden retratar de manera tan perfecta todo un concepto o idea como lo es el Mustang Shelby GT500, se trata del muscle car por antonomasia y uno de los exponentes más emblemáticos de la industria automotriz norteamericana e incluso un icono generacional. Lo anterior entonces, sería suficiente argumento para considerarlo como un auto ideal para recibirlo como regalo en estas fiestas decembrinas.
Sin embargo, el Shelby GT 500 2011 tiene además algunas nuevas sorpresas y pese a seguir siendo un vehículo de eje rígido en el eje posterior (un hecho sumamente criticado), lo cierto es que se trata de un deportivo en toda la extensión de la palabra, capaz de entregar sensaciones intensas, aceleraciones brutales y por supuesto cantidades inagotables de diversión.
Por principio de cuentas tenemos que para 2011, el Shelby GT500 al igual que el resto de la gama Mustang estrena motor, en este caso, recurre a un nuevo 5.4 litros súper cargado fabricado ahora en aluminio, lo que permitió ahorrar 50 kilos, la potencia es de 550hp y 510 lb-pie de torque que significa una ganancia de 10hp con respecto del modelo anterior. Aunque no parezca una ganancia sustancial, los ingenieros de SVT (división de Ford dedicada a los productos de alto rendimiento) trabajaron mucho en la entrega de par motor, el intercooler es más grande, con un 40% de capacidad adicional y el sistema de escape también fue modificado, lo que permite entregar el 80% del torque apenas a las 1,750 vueltas.
Tras el volante, el Shelby GT500 resulta ser toda una revelación, el eje rígido trasero es bastante más noble de lo que se podría esperar, perdonando en buena medida los errores y abusos en el pedal del acelerador, aún así, los controles electrónicos están presentes como última frontera antes de perder el control del vehículo. Siempre queda una sensación de marcha un tanto brincona y nos deja saber en todo momento que hay que respetarlo mucho si no queremos acabar fuera del camino o peor, impactados contra algo.
El tremendo poder del V8 que emite una nota ronca como solo los ocho cilindros norteamericanos saben hacerlo es simplemente adictivo, si arrancar desde cero es espectacular, las recuperaciones en tercera marcha son bestiales y es ahí cuando se empieza a fusionar el agudo sonido que provoca el giro del súper cargador a elevadísimas revoluciones con el estruendo del motor alcanzando la parte roja del tacómetro.
Otro de los factores que propicia que el Mustang Shelby GT500 sea un auto tan especial es la transmisión manual de seis relaciones; su pedal de embrague duro, los tiros cortos y la imprecisión de los trayectos de la palanca son parte imprescindible de la experiencia de conducción. De alguna manera esa crudeza y el sentir en todo momento cómo trabajan los componentes, genera una retroalimentación muy mecánica e intensa entre el vehículo y el conductor.
Ciertamente el Mustang podría migrar a una suspensión multibrazo atrás, o cambiar a las modernas transmisiones de doble clutch e incluso por qué no sumarse a la moda del downsizing y recurrir a pequeños y eficientes motores de 4 y 6 cilindros, pero todo lo anterior sin duda aniquilaría el concepto del Mustang Shelby y al mismo tiempo el del muscle car como lo conocemos.
Agradecemos a Centro Dinámico Pegaso por las facilidades brindadas para la realización de esta prueba.