Haciendo un poco de memoria podemos recordar los autos de hace unos 10 años (y algunos actuales) que podían perder el control con facilidad al momento de frenar o tomar curvas. Los sistemas de seguridad para el manejo han evolucionado como en el caso del control de tracción (TCS).
Cuando circulamos en un vehículo que no cuenta con ningún tipo de sistema de seguridad (control de estabilidad o TCS) podemos sentir como el auto pierde agarre al circular a velocidades altas o peor aún cuando tenemos situaciones de pavimento sucio o mojado.
El control de tracción, permite repartir la potencia entre las llantas, rebajando el par motor del auto para evitar derrapes. Por ejemplo, al curvear hacia el lado derecho las llantas del lado izquierdo comienzan a perder adherencia por lo que el sistema frena ligeramente las del lado derecho y “manda” potencia al izquierdo, con ello el control del volante regresa a nuestras manos.
Por lo regular este tipo de sistemas no los sentimos al manejar de manera cotidiana, pero su presencia se nota en autos de mayor tamaño y potencia como un deportivo, en donde se evita que al acelerar a fondo las ruedas se queden patinando.